En una isla desierta donde habitaba una colonia de monos, se hizo un
experimento para ver cómo reaccionaban estos animales ante la introducción de
un nuevo alimento a su dieta. El nuevo
alimento era papas, que les fueron provistas diariamente por vía marítima,
directo desde el lugar de cosecha.
Pronto los monos curioseando encontraron valor en este tubérculo, el que
incorporaron a su dieta con facilidad.
En los primeros días de iniciado el experimento, una mona por torpeza
soltó su papa en un riachuelo. En el proceso de recuperarla, la papa se lavó de
la tierra que traía y la mona encontró placentero el resultado. Al día siguiente y desde ahí en adelante, la
mona sumergió su papa en el riachuelo todos los días antes de comérsela.
Otros monos observaron su rutina.
Uno de ellos decidió imitarla pronto, y para su sorpresa, le gustó mucho
más su alimento. En adelante, siguió
sumergiendo su papa en el riachuelo también.
La mayoría de los monos reaccionaron con indiferencia y simplemente
comieron sus papas tal y como se les entregaban prefiriendo seguir el
comportamiento de la mayoría. Hubo, sin
embargo, un grupo de monos al que no le gustó la introducción de esa práctica
extraña, y pronto empezaron a hostigar a los monos que lavaban sus papas. Y es que ocurrió que por casualidad, por
descuido o por curiosidad, otros monos empezaron a soltar sus papas en el
riachuelo, y todos los que lo hacían, se unían al grupo de monos que sumergía
sus papas antes de comerlas. Y también
ocurrió que, al aumentar el número de monos que lavaban sus papas, también
aumentó la oposición hasta generarse un ambiente hostil entre ambos grupos. En medio de esto, siempre hubo un grupo
indiferente, que se conformaba con actuar de la forma en que actuara la mayoría,
sin favorecer ningún cambio ni conflicto.
Pues el tiempo pasó. Llegó un
momento en que el 30% de los monos estaba lavando sus papas. Al día siguiente, por alguna fuerza social misteriosa,
casi todos los monos lavaron sus papas, decreció radicalmente la hostilidad, y
pronto todos los monos se unieron a la práctica de lavar sus papas. Fue un cambio silencioso pero
contundente. Nadie reconoció a los
primeros monos que descubrieron el impacto positivo de esta práctica. Pronto las divisiones quedaron atrás, y la
época de conflicto y división fue olvidada a medida que todo el grupo acogía el
ritual de lavar las papas antes de comérselas.
En esta historieta encontramos tres papeles que los humanos, al igual
que estos monos, asumimos típicamente cuando enfrentamos un proceso de
cambio. Asumimos el cambio vía diseño, vía defecto (default), o vía desafío. La
mona que dejó caer su papa y el primero de sus seguidores representan el cambio
por diseño: ellos estuvieron dispuestos a probar lo nuevo y adquirir las
destrezas y las rutinas necesarias para abrazar el cambio. También hubo siempre un grupo de monos
indiferentes, que no apoyaron la práctica de lavar las papas, pero tampoco se
opusieron; estaban dispuestos a incorporar los nuevos comportamientos cuando lo
hiciera la mayoría. Estos asumieron el cambio por defecto. Y finalmente estaban los monos agresivos que
se opusieron al cambio con desafío, que se mostraron hostiles y rebeldes ante
quienes sí estuvieron dispuestos a incorporar prácticas nuevas. Estos
monos solo aceptaron el cambio cuando realmente no había más remedio que
hacerlo.
¿Algún parecido entre los comportamientos que vemos en este relato y la
última vez que se introdujo una práctica nueva en su empresa, en su comunidad o
en su familia? Probablemente sí. Estas tres actitudes ante el cambio son parte
de nuestra naturaleza social. El asunto
es que solo los comportamientos por diseño suelen estar alineados con lo que
necesita el mercado, con lo que buscan los clientes, con la respuesta veloz que
se requiere para ajustarnos ante condiciones cambiantes dentro de la empresa o
en su entorno. Y habitualmente, solo
alrededor del 20% de la gente asume comportamientos de diseño cuando es
necesario enfrentar un cambio. El grueso
de la población constituye un lastre que no reacciona pronto, y que de alguna
forma resiste o se opone cuando las condiciones claman por hacer ajustes con
velocidad.
Esto es particularmente cierto en nuestro tiempo, en que los procesos de
cambio se han acelerado, de modo que para estar a la altura de las necesidades
de nuestros mercados es necesario hacer ajustes con velocidad. Es necesario generar culturas organizacionales
adaptables al cambio. Hay que buscar
formas de atraer a la gente que asume el cambio vía defecto o vía desafío a que
estén dispuestos a matricularse en la ola del cambio más pronto. Necesitamos que la gente comprenda que al
apuntarse al cambio aceleran el futuro de la empresa y de su vida, y que cuando
no lo hace, alimenta una brecha entre lo que se busca construir y requiere el
mercado y la posición que ofrece la empresa.
¿Y cómo ha sido hasta ahora su papel en el cambio? Si explorara con objetividad los últimos
cambios que ha habido en su empresa o en su vida, ¿cuál papel prefirió: diseño,
defecto o desafío? Tal vez esta reflexión le ayude a transformar su disposición
a los cambios, y la próxima vez que sea necesario, usted escoja ser de los
primeros que se aprestan a lavar sus papas.
Preguntas para la reflexión
· ¿Qué tan abierta al cambio es la cultura
organizacional de nuestra empresa? ¿Cómo
hemos reaccionado a las adaptaciones y ajustes que hemos necesitado hacer?
· ¿Qué comportamientos de diseño, de defecto, y de
desafío podríamos listar del último cambio que enfrentamos como empresa? ¿Qué
podemos aprender de esos comportamientos?
· ¿Qué podemos hacer para estimular a nuestra gente para
que favorezca una cultura organizacional abierta al cambio?